Discurso de grado de la primera cohorte de la especialización en Derecho Público para la Gestión Administrativa de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, sede Caribe
Por: María Margarita, Paca, Zuleta
Buenos días y felicitaciones a quienes se gradúan hoy de la primera cohorte de la especialización en Derecho Público para la Gestión Administrativa de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes en la Sede Caribe. Felicitaciones, también, a las familias de los graduandos y a sus profesores.
Estimada decana Eleonora Lozano Rodríguez, estimado profesor Felipe de Vivero Arciniegas, y directora de la Sede Caribe, Marcela Ariza, muchas gracias por invitarme a los grados de hoy y felicitaciones por esta primera cohorte.
Estoy muy contenta y agradecida con ustedes por invitarme a ser parte de esta ceremonia de grado.
Ustedes, los graduandos, recibieron información y entrenamiento, adquirieron competencias para desarrollar la función pública y administrar el Estado. La promesa de valor de la especialización es manejar herramientas jurídicas en el marco de una concepción interdisciplinaria para la gestión pública.
Honrar ese título de especialista en Derecho Público para la Gestión Administrativa requiere no solo del estudio y el análisis de los problemas públicos, la aplicación juiciosa y cociente de técnicas para la gestión orientadas a minimizar impactos no deseados y a solucionar los problemas, sino también a una pregunta continua y constante por la integridad en la gestión pública.
En la ceremonia de grado de 1954, Mario Laserna, fundador de la Universidad de los Andes, y quien estaba en ese momento de rector encargado, presentó su visión de la Universidad de los Andes y del papel que esperaba de sus egresados. Yo quiero hoy recordar con ustedes algunos apartes de ese discurso. En ese momento la Universidad cumplía sus primeros 6 años de funcionamiento. Mario Laserna, en ese discurso, hace un recuento de cómo la Universidad ha cumplido sus cuatro imperativos del carácter universitario: transmisión de conocimiento, investigación original, trabajar problemas del desarrollo nacional y la excelencia personal.
El título que ustedes reciben hoy está en el marco en el tercer punto del programa universitario al que se refirió Laserna, que consiste en vincular la Universidad a los problemas nacionales, en todos aquellos campos en los cuales la aplicación de herramientas intelectuales pueda sugerir soluciones a los problemas o servir a quien tenga interés en ellos. Pero el título de especialización que reciben tiene aún más sentido si lo pensamos también en el marco del cuarto punto: la excelencia personal. Dice Laserna:
“La formación de un tipo humano que condense en sí aquellas aristas del carácter y de la personalidad que se consideran el arquetipo de excelencia individual. Toda época de grandeza humana ha logrado no solamente definir, sino producir estos hombres y mujeres que le dieron sus defectos, pero también su dignidad y su grandeza. Esta formación exige que determinados individuos posean casi como una segunda naturaleza un conjunto de cualidades de la mente y de la sensibilidad, de la imaginación y de la conciencia moral, y hasta de las características físicas, que vienen a constituirse en el fundamento de la vida espiritual y material de su época”.
Más adelante en el mismo texto, Laserna nos invita a desarrollar la vocación de servicio y solidaridad con nuestros semejantes, a evitar la filosofía de la culpabilidad ajena. Esa disculpa a nuestra propia mediocridad, señalando la insensibilidad o la estupidez del otro. Nuestra dignidad debe impedir que culpemos a los otros de nuestros fracasos y mediocridades, y Laserna nos invita a aprovechar la capacidad humana, nuestra propia capacidad de intervenir, encauzar y alterar el curso de las cosas para transformar nuestra realidad.
Laserna nos invita a entender que podemos ser agentes de transformación, pero para serlo es necesaria la formación, el trabajo y la responsabilidad. Conciencia de que somos parte de un barrio, de una ciudad, de una región, de un continente y que lo que hacemos como individuos tiene repercusión en el otro y en muchos otros. Quien está en la función pública hace un trabajo a partir de la conciencia de la existencia del Estado y de las condiciones de otros seres humanos.
El historiador económico italiano Carlo Cipolla en su ensayo “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”[1], publicado en su libro Allegro ma non troppo, afirma que cada uno de nosotros tiene una especie de cuenta corriente con los demás. Las acciones o las omisiones de una persona hacen que otro obtenga ganancias o pérdidas.
Esta es una llamada a pensar en las consecuencias de nuestros actos, en hacer un análisis costo-beneficio para medir el impacto en la comunidad de las acciones individuales, para identificar las personas afectadas con la conducta de una persona y nos pide que observemos con cuidado el principio de la conducta cívica.
Cipolla supone que los seres humanos están incluidos en una de las siguientes categorías: (i) incautos; (ii) inteligentes; (iii) malvados; y (iv) estúpidos. La acción de una persona, de acuerdo con los efectos de esa acción caracteriza a esa persona en una de estas cuatro categorías. El personaje de Cipolla es Ticio. Si la acción de Ticio proporciona beneficio para él y para lo demás es inteligente. Si genera una pérdida para Ticio y beneficio para los demás es un incauto. Si la acción genera un beneficio para Ticio y pérdida para los demás, es malvado. Finalmente, si Ticio y los demás pierden con su acción, Ticio es un estúpido.
Si usamos las leyes fundamentales de la estupidez humana para mirar la integridad en la gestión pública tenemos que afirmar que las decisiones impropias son de alguien que simplemente no entiende que hace parte de una comunidad. Recibe un beneficio personal en el corto plazo, pero es un estúpido en términos de Cipolla, porque no entiende que se afecta personalmente cuando con sus actos destruye valores de esa comunidad. Inicialmente con su acción gana él y pierden los demás, pero como él es parte de la sociedad también pierde, aunque no se dé cuenta.
No somos agentes de transformación si no nos preguntamos, de forma constante, cuáles son los efectos que nuestras decisiones y nuestros actos tienen en los demás, en la población objetivo de nuestro trabajo y en valores intangibles como la legitimidad de las instituciones en las que trabajamos; en la confianza que generamos; en el espacio que creamos para que las personas entiendan y controviertan nuestras posturas y decisiones.
Algunos se preguntarán por qué hasta ahora he usado la palabra integridad y he evitado sistemáticamente usar la palabra corrupción. Pues bien, esto es porque quiero invitarlos a pensar en el otro como ustedes quisieran que pensaran en ustedes.
Entender que las cosas no siempre salen bien y que cuando no salen bien, todos nos vemos afectados, incluso quien tomó decisiones impropias y extrajo un beneficio personal. En términos de Cipolla: ese o esa es un estúpido. Es quien a pesar de tener la formación y la información para tomar decisiones que beneficien a la mayoría no lo hace.
Esa estupidez, para seguir usando las formas de Cipolla, ignora la conciencia del papel del individuo en la sociedad, es una mirada corta y estrecha de la expresión comunidad.
No sé si soy ingenua, pero me encantaría pensar que la pandemia nos ha permitido ver lo público como algo común, algo compartido. Laserna, en el discurso que he citado varias veces, dice: “Un país que antes se ocupaba militarmente en seis meses se ocupa hoy en seis horas. Somos una gran samilia, nos conocemos unos a otros, pero ignoramos quienes fueron nuestros abuelos”. Hoy un viaje de Wuhan a Milán puede dar lugar al confinamiento universal y así como la invasión de un país toma horas, la dispersión de un virus en todos los rincones del mundo tarda semanas y la dispersión de noticias falsas minutos.
La gestión pública requiere una pregunta constante por la integridad, por los beneficios y los impactos. Pero cuidado con la estigmatización, el señalamiento del otro, la destrucción de buenas ideas porque no son propia. Estas son formas de negar la integridad. Esto, de nuevo en términos de Laserna, es escudar la mediocridad propia en las posibles faltas del otro.
Quiero, de nuevo, felicitarlos e invitarlos a hacer una reflexión sobre la integridad de la gestión pública a partir del conocimiento y las competencias adquiridas, y estar conscientes que somos parte de un engranaje mayor y que tenemos que trabajar en que funcione de forma justa y responsable; y por eso es necesario preguntarnos por la integridad de lo que hacemos en la gestión.
Los invito a honrar el título que reciben hoy con la reflexión constante en su trabajo en Derecho Público para la Gestión Administrativa.
Felicitaciones y muchas gracias.
Cartagena, 9 de octubre de 2021
[1] Cipolla, Carlo M. (1988). Las leyes fundamentales de la estupidez humana. En Allegro ma non troppo. Grijalbo Mondadori.