El Seminario de Asuntos Públicos “¿Los pilos con los pilos y los ricos con los ricos? Interacciones interclase en la universidad” fue dirigido por María José Álvarez Rivadulla, profesora asociada del Departamento de Sociología de la Universidad de los Andes. Las investigaciones de María José se enfocan en la desigualdad social y su metodología combina el trabajo cualitativo y la estadística. El espacio fue moderado por Pablo Sanabria-Pulido, profesor asociado de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes.
En este seminario, Rivadulla presentó la investigación que ha realizado sobre las interacciones interclase en la Universidad de los Andes, en el marco de la implementación del programa gubernamental Ser Pilo Paga, en el que personas que no tenían la posibilidad de acceder a universidades acreditadas por pertenecer a un bajo nivel socioeconómico, ahora sí contarían con el acceso a estudios superiores de alta calidad por sus altos resultados en las pruebas Saber 11; esto en un contexto desigual y fragmentado como lo es el colombiano.
Sin embargo, el foco de interés de la profesora está en las dinámicas que se daban en el salón de clases, cuando personas pertenecientes a diferentes niveles socioeconómicos se encontraban. Así, las preguntas que guiaron su investigación fueron: ¿qué sucede cuando los desiguales se juntan?, y ¿cómo se estructuran las redes de amistad entre estudiantes de clases sociales distintas en un contexto institucional de élite, en uno de los países más inequitativos y fragmentados del mundo, Colombia, a partir de un programa estatal de becas?
Para responder estas preguntas, la investigadora trabajó con una red de estudiantes de la Universidad de los Andes pertenecientes a cuatro diferentes programas de pregrado, cada uno con distinto grado de heterogeneidad en términos de clases. Su metodología estuvo basada en métodos mixtos, pues realizó un análisis de redes cuantitativo y cualitativo a partir de etnografías, observaciones en clase, entrevistas y encuestas.
Según la teoría, las posibles respuestas que se podían encontrar radicaban en que dentro del aula se diera más segregación, ya que es difícil establecer integración cuando hay diferencias de capital cultural y económico; pero también era posible que se diera más integración, pues a más diversidad estructural, se incrementarían las posibilidades de establecer lazos con personas en condiciones socioeconómicas diferentes. Pero tras cuatro años de investigación, los resultados dicen que los estudiantes becados no están menos integrados a las redes de amistad y de trabajo que se forjan en la universidad; y que, además, la función de los estudiantes de clase media es fundamental para entender la red, porque cumplen un rol de mediadores entre los de clase alta y baja.
Adicionalmente, en el estudio no se encontró una discriminación abierta en las dinámicas interclase, pero sí microagresiones y microclasismos por la pertenencia a un nivel socioeconómico más bajo. Ante esto, María José cuenta que los estudiantes becados desarrollaron estrategias de camuflaje, al hacer un esfuerzo enorme para disimular su nivel socioeconómico, pero asimismo estuvo presente la estrategia de exposición, es decir, que estos estudiantes expusieron explícitamente su clase social.
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